El mundo entero es para nosotras


por Ada Augello
Esta nota fue escrita en el marco de la cobertura colaborativa del 8M junto a La Sirena
marzo 7, 2024
Asoma un nuevo ocho de marzo, pero esta vez en una argentina gobernada por la ultraderecha. Desde hace algunos años la fecha es más que una efeméride en el calendario, es historia y memoria viva de los movimientos feministas. De esta manera, se constituye no sólo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora sino también como un día de lucha y reivindicación de esa otra vida que desean y construyen en todo el mundo las activistas feministas.
Este 8M se enmarca en la violencia esparcida contra los movimientos feministas desde la propia jefatura del Estado Nacional. El odio en boca del presidente Javier Milei condiciona el escenario político actual y se traduce en políticas que niegan al mismo tiempo que fomentan las violencias contra las mujeres y diversidades.
A mediados del mes de enero, en el Foro de Davos, Javier Milei declaró que en lo único que devino la “agenda del feminismo radical es en mayor intervención del Estado para entorpecer el proceso económico, darle trabajo a burócratas que no le aportan nada a la sociedad, sea en formato de ministerios de la mujer u organismos internacionales dedicados a promover esta agenda”. Además, declaró que existe una “agenda sangrienta del aborto” vinculada al cuidado del ambiente y el control poblacional. Sumado a ello, recientemente en un acto de apertura escolar, se esgrimió contra la interrupción legal y voluntaria del embarazo, caracterizando al aborto como “un asesinato agravado por el vínculo”, y denunciando que en el ámbito político acechan los “asesinos de los pañuelos verdes”.
El paro internacional de mujeres y disidencias empuja a reconocer las violencias que atraviesan los cuerpos feminizados. Es en la detención de las tareas de cuidado, y con los cuerpos puestos en la escena pública ocupando calles y plazas, que se torna visible el rol social y vital que ocupan las mujeres y disidencias en la organización de la vida cotidiana. A lo largo de los años y a fuerza de dicha exposición y denuncia de las violencias por razones de género, la agenda de los feminismos apareció no sólo en los medios de comunicación sino también en los debates legislativos, generando políticas públicas y de reparación del tejido social, como la Ley de Educación Sexual Integral.
Nuestras voces
“Los feminismos no dejan nada que sea injusto en su lugar, por eso tienen que ver con la justicia social” afirma Berta Olatte, Secretaria de Géneros del gremio docente UnTER. Además, suma que “nadie es indiferente al feminismo” aunque lo quieran marginalizar o distanciar de las problemáticas cotidianas. Los feminismos se han impuesto históricamente para amplificar libertades, borrar los límites del deber ser y construir una vida diferente.
La agenda feminista transversaliza la discusión respecto a cómo vivimos y deseamos vivir. Luna Roig es tamborera y activista social, dice que encontró “la potencia del feminismo cuando se dio cuenta que no estaba sola cuando le duele el mundo”. Afirma que no se siente sola porque pertenece a “un movimiento que se compone de miles y miles de miradas, de manos y de abrazos que habitan ese dolor del mundo que lamentablemente la mayoría vivió”. Se siente acompañada “en la rabia y en el dolor para transformarlo en fuerza” y define al feminismo como “realmente el grito de las que no tienen voz”.
Fruto de la transversalidad de los feminismos es la multiplicidad de voces que habitan las asambleas abiertas y autoconvocadas. Andrea González, integrante de Socorro Rosa Comarca Andina, sostiene que “la potencia que tiene la organización feminista para la construcción de la vida, es el reconocimiento de que la heterogeneidad para construir esa vida social es posible, es nutritiva, es rica y es posibilitadora”. Argumenta que “cuanto más heterogeneidad y diversidad de perspectivas exista es mejor, y potencia lo que hagamos juntes”, acompaña a sus palabras la experiencia de construcción en una red de acompañantes de abortos que se extiende desde el sur de Argentina hasta el Caribe. “Unida a esto -profundiza Andrea- va la colectividad, la comunidad, el tejer red y anudarnos para construir y construyendo juntes desde el reconocimiento de que esa heterogeneidad es lo que nos salva”.
Por su parte, Berta reflexiona que “nuestra potencia está en tenernos, en hacer redes, en tener memoria de las viejas feministas y de todas las mujeres que no se definieron como feministas pero nos enseñaron que el mundo tiene que ser más justo, que tenemos que decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos y que no podemos naturalizar las violencias”.
Una de las consignas, con la que son empapeladas las calles de todo el país ante la anunciada movilización, denuncia que “el Estado niega la violencia de género mientras hay un femicidio cada 26 horas”. Claudia Di Lorenzo, integrante de mujeres de El Hoyo y Presidenta de la Agrupación vecinal Nuevo Encuentro de esa localidad, afirma que “es por eso que la toma de los espacios públicos, así como la intervención de las mujeres y disidencias en el rol que nos toca ocupar en la sociedad, nos apremia, nos convoca (diría, nos obliga) y nos posiciona como integrantes de una sociedad que precisa del activismo feminista que nos resguarda”. Un activismo que en palabras de Berta “vino a transformarlo todo, y lo logró, instalando la agenda de los derechos de mujeres y diversidades”.
Nuestras libertades
El gobierno nacional en menos de tres meses disolvió el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad incluyendo las líneas de ayuda y acompañamiento contra las violencias de género 137 y 144. Mientras tanto, los movimientos sociales y feministas relevan 3.000.000 de infancias y juventudes con hambre, y 50.000 comedores sin alimentos. Otra de las consignas que se impone en la antesala al 8M es que “somos nosotras las que le estamos poniendo el cuerpo al hambre”.
En nombre de la libertad desfinancian el acceso a la salud pública, a la educación y a la cultura. Asimismo, vacían las políticas de asistencia social que buscan compensar desigualdades. Berta, desde su lugar de docente y activista, afirma que “para este gobierno somos sus enemigas y construye ese relato a través de la violencia”. Respalda a su afirmación la prohibición de la perspectiva de género y el lenguaje inclusivo en las dependencias estatales, como si pudieran borrar años de activismo en los libros de historia. Berta se diferencia y con seguridad enfatiza “no somos enemigas de este gobierno, a nosotras nos mueve la alegría y el amor, y queremos que todes puedan tener trabajo, salud, educación…. y a este gobierno lo mueve la violencia. Y de las violencias nada bueno puede salir”.
La educación sexual integral en las escuelas, aun en su escasa implementación, posibilitó la denuncia y prevención de miles de abusos en la infancia. Berta grafica una de las enseñanzas de la educación sexual y cuenta que “el cuerpo es nuestro territorio, que nosotras somos con el territorio y con otras y otres, en comunidad; y por eso avanzan en nuestras conquistas, y nosotras y nosotres tenemos que seguir disputando el sentido común hegemónico, defendiendo la ESI en las escuelas y que éstas sean públicas”. A sus palabras se suman las de Luna, también docente, “el feminismo hablando de lo que hay que hablar diciendo lo que hay que decir nombrando lo que hay que nombrar; tiene la potencia de volverse a parir un millón de veces.”
En el fondo de los reclamos subyace una afirmación: la construcción de un mundo feminista. Las feministas parecen ensayar el mundo que desean en cada manifestación, y la sociedad toda es testigo de ello. Allí no se encuentran al servicio de ningún interés ni deseo ajeno. Tal vez por eso el gobierno precisa de un protocolo represivo que censure aquel goce y placer de armar y amar una vida diferente. En la mira, que garantiza la opresión, son colocados quienes visibilizan un debate de fondo respecto de quienes cuidan, quienes sostienen y reproducen la vida.
Claudia, desde su militancia como madre y docente lo ilustra como una disputa de sentido hacia uno “crítico y necesario en una sociedad que aún no se ocupa seriamente de las problemáticas que nos afectan”, al tiempo que reflexiona al movimiento feminista como clave para la construcción de sentido.
Andrea, en coincidencia con Berta, afirma “el feminismo nos cambia la vida”. Profundiza y cuenta que “cuando empezamos a escuchar a compañeras feministas, a vincularnos con ellas y con organizaciones feministas, nos damos cuenta que el mundo entero es para nosotras, que no es sólo un pedazo del mundo. No hay sólo algunas cosas que son para nosotras o nosotras sólo podemos acceder a algunas cosas, o que sólo podemos decir algunas cosas en algunos lugares. Que sólo podemos desear de una manera, o sólo podemos mirar algunas cosas. Descubrimos que tenemos posibilidad, tenemos derecho a todo lo que hay en el mundo. Empezamos entonces a mirarnos a nosotras mismas y nosotres mismes de otra manera. Empezamos a querer otras cosas. Empezamos a reconocernos en otras voces, en otros gestos, en otras formas y en otras posibilidades de amar, de querer, de trabajar, de estar con otros y de habitar el mundo”.
A Luna le brillan los ojos y suelta “que la ternura lo puede todo y la ternura avanza también y somos ese avance incesante con ternura”. Andrea cuenta acerca del modo de relación que construye el feminismo con la tierra: “un modo no bélico, no extractivista”. Afirma que aquella otra forma de ver el mundo “nos cambia la vida porque nos pone en otra situación, otra condición y en otra sintonía con las cosas del mundo y con las personas del mundo y con los seres del mundo y con las fuerzas de la tierra”.
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