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Comarca Andina, Nacionales

Una sociedad nacida del horror: “Me criaron unos monstruos”

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por Ada Augello

  • marzo 24, 2024

Javier Vaca tiene 58 años. Empezó la primaria en un batallón de la ciudad de Rosario, en el litoral argentino. Su papá integró el Destacamento de Inteligencia del Ejército 121 como parte del Cuerpo del Ejército. Javier es parte del colectivo Historias Desobedientes, creado en 2017 por hijos, hijas y nietos de genocidas. Cuenta que su viejo “era uno de los que hacía la inteligencia, era quien marcaba a las personas, que las perseguía, parte de los equipos que iban y las secuestraban”.

Historias Desobedientes nació dentro de la marcha contra el 2×1 del gobierno de Mauricio Macri, que -en alianza con el sistema judicial- pretendía reducir a la mitad las penas por delitos de Lesa Humanidad. En ese momento la voz de la hija de Miguel Etchecolatz declaró que era la primera vez que marchaba en contra de su padre. 

Al gran abanico de movimientos y organismos de Derechos Humanos de nuestro país nunca le tocó marchar un 24 de marzo bajo un gobierno que los cuestiona abiertamente. Este año muchos movimientos evalúan la presencia de infancias en las calles por miedo al accionar represivo de las fuerzas del Estado. Javier Vaca estudió ciencia política, dice “a pesar de su padre”. Recuerda que en épocas universitarias él mismo le decía “me pasé toda la vida persiguiendo socialistas y comunistas y ahora tengo un hijo socialista”; a lo que Javier le respondía que ese era su castigo. 

Hijo de un padre que le reconoció haber quemado un montón de documentación de centros clandestinos. Criado entre escopetas de caño recortado, granadas y picanas, fue llevado a la plaza por su madre con un revólver 38 en la cartera. “Lo que dice Victoria Villarruel, lo que dice Milei”, afirma con extrema seguridad en su voz Javier Vaca, “es un retroceso a una ideología fascista, militar y xenofóbica que cree que todo aquel que piensa distinto es plausible de ser eliminado físicamente. Nosotros venimos de ese carozo militar, claramente estamos en contra” enfatiza como si fuera una obviedad. “Ese no es el camino, eliminar gente por el hecho de pensar distinto no está bueno”.

historias desobedientes

En la historia reciente, como candidatos y ahora funcionarios, tanto el Presidente de la Nación como la Vicepresidente han desconfiado y desacreditado la cifra de los y las 30.000 compañeros y compañeras detenidas, torturadas y desaparecidas en nuestro país. 

Vale decir que el número se intentó reconstruir desde muchos lugares, pero nunca desde el preciso. Quienes realmente pueden confirmar la cifra exacta de personas desaparecidas son los perpetradores del plan sistemático de exterminio de las fuerzas armadas, que se desplegó en nuestro país en connivencia con la sociedad civil, empresarial y eclesial. Dado que el carácter clandestino de las operaciones impide un claro conocimiento de lo sucedido. 

Los centros de desaparición, tortura y apropiación que existieron entre el año 1974 y el 1983 -con reconocimiento oficial- fueron 800. La repartición homogénea de cuerpos por aquellos centros para sumar 30.000 debió haber sido menor a 40 personas en cada uno de ellos. Sin embargo, se calcula que por la ESMA pasaron 4.500 y por Campo de Mayo unas 4.000. En La Perla, en Córdoba, pasaron 2.500 personas, por el Vesubio 2.000 y por el Club Atlético, en el barrio porteño de San Telmo, transitaron al menos 1500 personas. 

Durante el gobierno de Néstor Kirchner, el Secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Duhalde, estimó que el número de efectivos destinados a la represión durante los casi 10 años de dictadura militar fueron al menos 150.000. A éstos efectivos se suman aquellos que continuaron en actividades respectivas al aparato represivo durante la primavera democrática de Alfonsín e incluso después, cuando desaparecieron a Julio López, en el año 2006. López fue testigo clave en el juicio contra el ex represor Miguel Etchecolatz.

La cifra es imprecisa y está compuesta mayoritariamente por obreros como Julio López. Seguida de estudiantes universitarios y secundarios. Empleados como Julio César Schwartz, quien trabajaba en la sucursal del Banco Nación de El Bolsón y desapareció cerca de su casa en Villa Turismo. También profesionales -y en menor medida- docentes, trabajadores autónomos, amas de casa, conscriptos e integrantes de las fuerzas de seguridad, periodistas, actores, actrices y religiosos. 

Los discursos fascistas quieren instalar que la dictadura fue una guerra, pero se equivocan porque tampoco vale todo en la guerra. “Cuando existe un Estado que secuestra, tortura, veja y roba bebés” dice Javier Vaca -como hijo desobediente de un represor- “en realidad no existe Estado, por eso es defacto, es ilegal”.

Ante la falta de condena por parte de las autoridades al plan de exterminio sistemático, Javier la caracteriza como “una discusión ética y moral». Amplifica y afirma que “no hace falta meterle una bala en la cabeza a alguien, cuando hacen inteligencia, cuando diseñan el ambiente, cuando manejan las listas de nombres, cuando saben su destino, dónde los mataron, cómo los desaparecieron, es suficiente para mí. La línea fina es la ética, la moral que contiene a una comunidad. No vamos a aceptar que alguien diga que la tortura, la vejación y el robo de bebés estuvo bien.”

el ex centro clandestino “Club Atlético”

Desobedecer a la cofradía

Quienes integran el colectivo Historias Desobedientes se han dado a la tarea de revisar el accionar militar de sus progenitores. En el caso de Javier, cuenta que hace años “venía de un proceso de revisión de la actividad de mi viejo, porque en el 86 yo ya le discutía a mi viejo su participación en la dictadura militar o lo que había sucedido en la dictadura. Y no hablamos mucho tiempo después.”

Javier se recibió de politólogo y se fue a vivir a Santa Cruz, donde reside actualmente. Con el tiempo y la distancia todo parecía estar más calmo, pero volvió el ruido al respecto de quién había sido su viejo cuando empezaron los juicios a las juntas militares en Rosario. En el juicio «Guerrieri IV» -nombrado así por Pascual Guerrieri, responsable de inteligencia del Ejército- Javier regresó a su revisión histórica. “Allí figuran personas cercanas, jefes de mi papá y personal civil. Gente conocida, gente que había estado en mi casa” reconoce. 

Historias desobedientes recibe la participación del santafesino radicado en el sur un año más tarde de aquel 2×1. “Estamos muy en contra de lo que hicieron nuestros padres y nos conformamos como colectivo a partir de esta idea” cuenta Javier. “Somos la organización más nueva dentro de las organizaciones de derechos humanos de la Argentina. Justamente somos los hijos de los genocidas. Mi viejo murió en el 2005 e impune. Todos los que están presos aparecen en el legajo de mi papá, son los que firmaron sus actuaciones. En ese mismo legajo aparecen solicitudes de información por secuestros de bebés en Paraná”. 

Javier tenía diez años cuando su padre perseguía y chupaba obreros, militantes, embarazadas… “En algún punto yo lo naturalice. Naturalice que no tenía que contar donde trabajaba mi papá, que tu papá anda siempre de civil a pesar de ser del ejército. Que también labura de informante en la Fábrica Militar de Armas Portátiles Domingo Matheu para el Destacamento de Inteligencia. Entonces, naturalizas eso porque cuando abrís los ojos ya estás en esa situación, sos chiquito. Y más allá de eso, la vida cotidiana es normal. La escuela, tu cumpleaños, el juego de pelota. Pero cuando empezás a atar cabos te das cuenta que te criaron unos monstruos”. 

Las instituciones tienen sus propias normas, para permanecer una tiene que obedecerlas, acatarlas. La familia, como el Ejército, son instituciones. Javier cuenta que en el Ejército forman efectivos moldeados psicológica e ideológicamente, le otorgan un marco político autoritario y agresivo. Historias Desobedientes cuestiona esa formación militar; Javier lo ilustra y recita ¿con qué libro estudió este monstruo? 

Además, “algo mucho más grave” es la cultura institucional de una organización “represiva, soberbia, superadora, machista, misógina”. Eso no se subsana con 40 años de democracia. “Hace falta otra lectura sobre las fuerzas de seguridad” afirma Javier, “no puede ser que recibas una orden y debemos cumplirla a rajatabla”. 

Hoy asistimos a una escena de la sociedad civil, los grandes empresarios y los poderes de la iglesia, parecen avalar a un gobierno autoritario con signos suficientemente similares al de un gobierno dictatorial. Javier reconoce que “hay apoyo social, no a través de las armas, a este tiempo de características en el gobierno. Todo esto tiene que ver con un plan económico por detrás; es el desarrollo del neoliberalismo”. 

Son 30.000

El plan económico neoliberal nunca dejó de estar presente en la Argentina, los fascistas tampoco se fueron del país. Para el integrante de Historias Desobedientes, “la única manera de implementar el plan económico que tiene Milei, es por medio de las armas y del fuego. La sociedad ya lo vivió en la última dictadura cívico militar. Aquello que plantea Milei es lo que planteó Martinez de Hoz, y también Cavallo. Ellos nunca dejaron de estar. Es repetir la misma historia por otros medios, tanto Milei como Macri son gerentes de las corporaciones y necesitan implementar un modelo económico a través de la fuerza”. 

En contraposición a ese fuego aparece el ejemplo de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, que buscan la verdad. Una verdad sobre lo sucedido que exige una memoria con pies sólidos que caminan la tierra, tal como lo escribieron tantos y tantas otras, un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro.  

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