“Nos están quemando el Estado de derecho, nos están quemando los derechos”

Cada verano es lo mismo. Días de calor que suceden a días de calor. La tierra seca se escucha retorcerse bajo el sol. El viento sopla. Los árboles se mueven de acá para allá sobre el tendido eléctrico, sobre las casas, sobre las calles de ripio mal mantenidas. Mosqueta, murra y pino: basta una chispa para que la pesadilla vuelva a comenzar. Y todo vuelve a comenzar.
Hubo incendios en la Patagonia desde que hay registros. Pero cada año parecieran ser peores. Más cerca de las poblaciones: “tormentas de fuego” que avanzan sobre zonas perirurales, periurbanas. Más víctimas, más hectáreas, más bosques. Luego las lluvias y la calma, luego el invierno y sus propias urgencias y luego volver a empezar.
Más allá de la charla técnica que nos debemos con especialistas en manejo no ya del fuego sino del territorio antes de quemarse, esta charla con Hernán Schiaffini, antropólogo e investigador del CONICET que reside en la región hace muchos años, aporta claridad sobre otros aspectos de la tragedia.
―Se entiende la “necesidad” del pueblo de buscar culpables de una tragedia de este tipo, pero ¿es posible encontrarlos?
HS: No puedo opinar acerca de “culpables” porque no tengo conocimientos ni formación jurídica o técnica para evaluar cómo se originaron los incendios. Entiendo que en algunos casos es posible determinar si un incendio fue natural o antrópico en sus inicios y en otros casos si se hizo adrede o no. Pero no puedo decir cuáles.
El problema que parece asomar en estas cuestiones es que se asignan responsabilidades sobre los incendios antes de que existan certezas reales acerca de cómo o quién los inició, lo que se vuelve riesgoso porque se puede culpabilizar a inocentes. Las demoras del poder judicial en despejar las causas de los incendios y poner en claro qué sucedió, por ejemplo en el incendio de Golondrinas en 2021, alimentan esta situación.
―Pareciera que para el Estado “garpa más” buscar culpables en vez de asumir sus propias deficiencias a la hora de prevenir y combatir los incendios en la Patagonia… ¿Cómo podríamos estar mejor preparados? ¿Se podrían evitar?
HS: Los especialistas en manejo del fuego y de bosques parecen coincidir en que los incendios son parte natural del ecosistema del bosque andino-patagónico. Sin embargo, condiciones específicas (cambio climático, sequía, condiciones meteorológicas especiales) pueden hacer los fuegos más recurrentes. Si a ello sumamos las dinámicas de interfase, donde las poblaciones humanas interactúan con las zonas boscosas, las probabilidades de tener incendios cerca de poblaciones se incrementa. Entiendo que se pueden hacer muchas cosas en las zonas de interfase para prevenir, pero sería bueno hablarlas con un especialista.
Sin embargo, no es difícil ver que las estrategias de manejo son caras, complejas y sus efectos se ven a largo plazo. Por supuesto que es más visible, en términos políticos e inmediatos, adjudicar la responsabilidad a algún o algunos loco/s incendiario/s.
Sumado a esto, el debate sobre el manejo de los bosques y las áreas naturales implica discusiones en torno a la propiedad de la tierra, la regulación de los recursos naturales, la vivienda, el hábitat, etc. Todos estos son temas muy complejos que implican grandes tensiones y confrontaciones en la sociedad y que difícilmente puedan discutirse en el marco de una emergencia. Sin embargo tampoco se discuten en invierno, cuando no hay incendios.

―Hay una sensación parecida a la pandemia, a ese tipo de situación crítica, extrema, en el incendio: solidaridad, mancomunión, pero también otros sentimientos como paranoia, caza de brujas: ¿se puede salir mejor como sociedad de una experiencia como esta?
En mi opinión la sociedad asimila y traduce estas experiencias y las incorpora a sus memorias, tradiciones y maneras de habitar el territorio. Ello quiere decir que no habrá un solo aprendizaje al respecto sino muchos, diversos y a veces contradictorios. Algunos generarán cooperación y solidaridad, otros alimentarán rencillas y disputas.
El fuego en sí mismo no genera cambios sociales, sino que es incorporado a la historia local e interpretado de acuerdo a lo que pasaba en esa sociedad antes del incendio. Cada actor social interpreta lo ocurrido de acuerdo a sus experiencias y posiciones. Por eso el mismo fuego sirve para legitimar y fundamentar distintos pensamientos y acciones, a veces incluso contradictorios entre sí. ¿Qué quiere decir “salir mejor”? ¿Mejor para quién? ¿Tenemos acuerdo, como comunidad, acerca de qué es “lo mejor” para todos?
―Hablando de caza de brujas: ¿cómo ves toda esta construcción del pueblo mapuche como terroristas incendiarios? ¿cómo puede terminar esta escalada?
La construcción del pueblo mapuche como “enemigo interno” no es nueva. Tiene muchas décadas y la tensión con los pueblos indígenas recorre la historia argentina incluso desde el siglo XIX. Sin embargo, y más allá de que algunas fracciones del pueblo mapuche puedan haber optado por una estrategia de confrontación directa -cosa que no sabemos si es así- el argumento del “pseudo mapuche terrorista incendiario” tiene dos consecuencias graves.
Primero, generaliza y criminaliza a un sector marginado, discriminado y empobrecido de la población y desacredita sus reclamos y reivindicaciones. Segundo, deposita en una identidad difusa la responsabilidad por los incendios, negando las problemáticas de la falta de manejo, la complejidad de las zonas de interfase y las tensiones asociadas al acceso a la tierra.
Además, generar la noción de que algunas organizaciones, comunidades o personas son responsables de los incendios mediante acusaciones públicas, sin demostración jurídica de culpabilidad, es violatorio de derechos y prepara el terreno para desalojos ilegales, detenciones arbitrarias y uso ilegítimo de la violencia estatal. Por ejemplo, se utilizan las detenciones realizadas por un atentado incendiario en la estancia Amancay (en Trevelin, investigación que aún está en curso) para explicar los incendios de Epuyén y El Bolsón sin que se haya establecido la conexión entre esos hechos. Y a partir de eso se piden desalojos y se piden detenciones.
Ahora, hay que decir también que no sólo los mapuche han sido identificados como “enemigos internos” por parte de algunos sectores del poder. Partidos políticos, sindicatos, movimientos sociales, dirigentes y organizaciones indígenas y no indígenas han sufrido el mismo trato. En este sentido la escalada represiva que sufren hoy las comunidades y organizaciones mapuche ha sido llevada adelante antes y puede replicarse en el futuro. Y esto pone en alerta sobre la salud del estado de derecho en nuestra zona.
―¿Qué le responderías a los que dicen “nos están quemando”?
El “nos están quemando” funciona en muchos niveles: ¿Nos están quemando qué? ¿Nos están quemando el bosque o nos están quemando a nosotros o nos están quemando los ingresos? Entonces siempre se puede utilizar esa metáfora, la metáfora del fuego, como para interpretar la cuestión del asedio o las confrontaciones que están presentes en la vida social. Si va por el lado de que hay alguien que intencionalmente está encendiendo fuegos, yo no descarto que eso pueda pasar. No creo que todos los fuegos que se están dando esta temporada ni los que se dieron en las temporadas anteriores respondan a esa lógica pero alguno puede estar teniendo manías incendiarias.
Ahora sí pienso que, además de la cuestión del fuego, el desgaste viene por el tratamiento político que recibe toda esta cuestión, generando situaciones de muchísima represión legitimada por un autoritarismo creciente. Y en ese sentido yo diría “nos están quemando el Estado de derecho, nos están quemando los derechos”.
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